Ignacia Saona, gestora de #EstoTbn: “Si voy a seleccionar o proponer cierto título para un niño, debo saber por qué lo estoy recomendando y qué criterios estoy utilizando”

30 septiembre, 2021

Ignacia Saona es gestora cultural especializada en ferias editoriales y proyectos de arte contemporáneo participativo, Licenciada en Arte y Magíster© en Edición. En el marco del proyecto de investigación del Centro de Justicia Educacional PUC, desarrolla junto a  Macarena García y Soledad Véliz la plataforma colaborativa #EstoTbn de recomendación intergeneracional de contenido para público infantil.

Ignacia fue parte de nuestro ciclo de talleres Casas Lectoras, donde presentó la ponencia “Iniciativas que incorporan a niños y niñas en la selección y valoración de contenidos culturales”. Para esta sección de VOCES, destacamos algunas de sus reflexiones. 

 

Ignacia comienza su exposición reflexionando en torno al concepto de canon: “Si pensamos en Papelucho o en los libros que nosotros leímos en la escuela, esos títulos conforman un canon. El canon es un conjunto de obras de lo que se cree que es bueno, destacable, que está medianamente autorizado por expertos. Es un concepto que se hace presente en los criterios de selección de libros que suelen utilizar las escuelas o las bibliotecas, por ejemplo, y que de todas maneras podemos cuestionar, preguntándonos cuáles son los criterios que hay detrás”.  

Desde el lugar de mediadores, padres o adultos interesados en el tema, ¿cómo situarnos al seleccionar libros para niñxs y jóvenes? 

La autora Gemma Lluch explora este tema en su libro ¿Cómo seleccionar libros para niños y jóvenes? Ella defiende la necesidad de definir criterios de selección porque en el campo de literatura infantil, dice, el mediador, el seleccionador y el bibliotecario incluso, seleccionan a partir de un campo propio, es decir, de sus gustos y experiencias personales (“a mi hijo o sobrino le gustó”). A esto, ella lo llama canon oculto. 

Yo personalmente creo que esto no es algo necesariamente negativo, en la medida en que se haga consciente. Si voy a seleccionar o proponer cierto título para un niño, debo saber por qué lo estoy recomendando y qué criterios estoy utilizando. Los criterios de selección, según Gemma Lluch, sirven tanto para objetivar las decisiones, como para identificar el plagio, orientar al mediador, rentabilizar presupuestos, elegir libros de calidad y tomar distancia de nuestros gustos personales. 

A nivel institucional, ¿cómo se están seleccionando libros para niños y jóvenes en Chile?

Entre los años 2016 y 2017 se hizo el estudio Mecanismos y criterios de selección de libros en Chile (Acosta, Andwanter, González y Valenzuela), en donde rastrean la forma en la que distintos organismos seleccionan los títulos de sus colecciones. Se investigó en Bibliotecas CRA, Jardines Infantiles JUNJI e INTEGRA, Servicio Nacional de Bibliotecas Públicas, Bibliometro y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, entre otros espacios. Entre los criterios identificados aparecen criterios explícitos- como: definir qué libros quieren tener; la voz de expertos o curadores invitados; decisiones directas de los mismos bibliotecarios a partir del presupuesto; fuentes externas como prensa o premios, que tienen una gran incidencia; y la opinión y conductas de los usuarios, como las tendencias y estadísticas de préstamo, por ejemplo. 

¿Se está incorporando más a los usuarios en la selección de libros para estas colecciones?

Existen varias iniciativas interesantes. La Biblioteca Pública Digital tiene una sección que se llama “Te recomendamos», que consiste en un banner en la web donde se visibilizan los libros que están disponibles para préstamos en mayor cantidad, con el objeto de que haya más flujo. El año 2020 además crearon la sección #BPDTeEscucha donde los usuarios sugieren títulos para incorporar a su catálogo. Lo interesante es que esta lista es mucho más extensa que la de los libros recomendados por la misma biblioteca. 

Por otra parte, la Biblioteca Digital Escolar, en su página web, tiene una sección parecida donde destaca “los libros más prestados del mes”, en un ranking. Esta lista también es un criterio de selección de libros, que está definida por la conducta de los usuarios. 

Otro caso es el de “Chile para niños”, sitio web de la Biblioteca Nacional dirigida a mediadores y niños de 6 a 12 años aproximadamente, que tiene una sección de lecturas recomendadas a partir de los libros recién llegados a la Sala de Préstamos de la biblioteca. Acá el principal criterio de selección es la novedad, y siempre relaciona un libro nuevo a un texto o material educativo que ya estaba disponible en la biblioteca, por lo que también se difunde y dinamiza la colección patrimonial.  

Además del ranking o las novedades, en tu trabajo has puesto especial interés en la figura del niño a la hora de seleccionar, ¿qué iniciativas incorporan este criterio? 

La Red de Literatura Infantil en Contextos Críticos de Desplazamiento es una iniciativa interesante, ya que además de presentar una lista de recomendados, ellos dividen los títulos en categorías como familia, naturaleza y respeto. Así, los mediadores pueden ingresar y buscar recomendaciones a partir de tópicos específicos. Tienen una lista increíble de libros-álbum, y una sección de orientaciones para seleccionar libros, no solo de este catálogo, sino de manera general, donde aparece fuertemente la figura del niño. Entre los criterios que sugieren a la hora de seleccionar, están: el libro mismo, es decir, la materialidad, las ilustraciones, el texto; la respuesta del mediador (qué sentí yo al leerlo); y la posible respuesta del niño frente al libro: ¿Creo que este libro le podrá gustar? ¿Libros parecidos han tenido buena respuesta en los niños con los que voy a trabajar?

Otro proyecto destacable, que lamentablemente ya no continúa desarrollándose  pero que realizó un trabajo increíble durante 20 años, es la Biblioteca Digital Internacional para niños (ICDL). Se trataba de un sitio web donde había más de 500 títulos disponibles, cuya catalogación incorporaba reseñas, dibujos y opiniones de niños con los que trabajaron en distintas partes del mundo. En ese ejercicio, los niños definieron nuevos criterios para clasificar los libros, como el color de la portada, la forma, formato, y quién era el protagonista de la historia (animales v/s criaturas fantásticas), lo que viene a desafiar los criterios clásicos de clasificación. 

El FLIC (Festival de literaturas y artes infantil y juvenil) de la Fundación Tantágora de Barcelona tiene otra iniciativa destacable que consiste en, a través de podcasts, incorporar aproximaciones a libros desde la visión de los niños, generando un espacio en el que se recomiendan libros entre ellos. FLIC utiliza diversos criterios de selección, como temporalidad, género, edad (que tiene que ver con la madurez del lector) y variedad, buscando una diversidad de enfoques. En 2020 desarrollaron estos podcast donde grupos de escolares tuvieron acceso a los libros seleccionaron y decidieron cuáles de ellos recomendar. 

Otro criterio que me parece interesante tiene que ver con el uso que se le dará al libro. Por ejemplo, IBBY propone una selección de libros destacados pensados para niños y adolescentes con discapacidad. Cada dos años publican un catálogo con una nueva selección, donde priorizan formatos especializados (como textiles, pop up, objetuales), libros de acceso universal (que incorporan braille, por ejemplo) y libros que tienen representaciones de niños y jóvenes con discapacidad. 

Y los clubes de lectura, ¿qué rol crees que juegan en la selección de contenidos? 

Los clubes de lectura son fundamentales, ya que son un espacio de socialización y reflexión de libros; a menudo son instancias participativas y colaborativas de intercambio de opiniones. A partir de esta metodología, el año pasado creamos #EstoTbn, un proyecto piloto con 15 niños y niñas a los que, durante tres meses, les propusimos diversas obras culturales para lectura y visionado. Ellos nos enviaban comentarios de vuelta por correo electrónico y una vez al mes nos reuníamos a comentar las obras; hablábamos, por ejemplo, de las que menos les gustaron y por qué, y luego hacíamos lo mismo con el material que sí les gustó. Fue muy interesante ver la diversidad de opiniones y criterios para recomendar ciertos libros o películas. 

En Libroalegre buscamos constantemente que los niños se expresen libremente, pero 

a veces pareciera que dicen lo que creen que los adultos quieren escuchar, y no lo que de verdad piensan. ¿Cómo promover que salga su voz propia?

Es un tema complejo. En #EstoTbn siempre les decimos a los niños que no es obligación que lean todos los libros que les enviamos, que ellos decidan, pero siempre tratamos de preguntarles por qué lo escogieron o no. Pero es difícil, ya que habitualmente identificamos que detrás hay un papá o mamá que espera que se lea el libro completo, o un profesor que quiere poner una nota. En nuestro caso, vemos que la expresión más libre es posible en las instancias de socialización entre ellos, donde tratamos de hacerles preguntas súper concretas y específicas respecto a los títulos que les habíamos propuesto, y luego mediar lo menos posible dejando que ellos conversen y se recomienden otros libros y obras culturales libremente. En esa interacción aparecen cosas muy interesantes y notamos que está menos presente la voz del adulto. 

¿Quién debe decidir qué se lee, el adulto o el niño?

Esa es una pregunta súper compleja, pero yo creo que no hay que entenderlo como un binario, adultos por un lado y niños por otro, porque hay distintos intereses e implicancias involucradas. Lo que sí puedo decir es que resulta fundamental tener claro cuáles son los criterios que se utilizan para seleccionar las obras, para recomendarlas, para clasificarlas, y quién definió esos criterios, de dónde vienen, qué intereses ideológicos, comerciales o de cualquier tipo hay detrás. Resulta necesario que mediadores, docentes, padres, tomemos consciencia de qué patrones estamos reproduciendo cuando recomendamos un libro, y qué estamos dejando fuera. Los niños y niñas tienen distintos grados de autonomía y barreras de acceso a libros y obras culturales en general, entonces resulta necesario que quienes trabajamos con ellos conozcamos, por un lado, sus gustos e intereses, y por otro, seamos capaces de ofrecer una variedad de posibilidades, presentarles obras de calidad para que ellos vayan armando sus propios repertorios y referentes.

 

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