Juan Mata, fundador de Entrelibros: “Los buenos libros invitan (o más bien incitan) a los niños a hablar”

2 junio, 2021

Juan Mata es escritor, profesor de la Universidad de Granada y fundador de Entrelibros, una ONG que hace presente los libros en hospitales, casas de acogida, bibliotecas y residencias de ancianos, entre otros espacios. ¿Y cómo? A través de la lectura en voz alta y la generación de un espacio posterior de escucha y conversación. Su trabajo y mirada de la lectura lo hacen muy cercano a la misión de Libroalegre. Juan estuvo a cargo del primer taller de Casas Lectoras 2021, “Leer para hablar”. Compartimos acá algunas de sus reflexiones.

 

Un asunto que tiene muchísima importancia y ha estado en el centro de su quehacer es el cómo hablar con niños, ¿por qué motivo?

Los adultos tenemos la responsabilidad de hablar con los niños sobre el mundo en el que comienzan a vivir. Me importa mucho que ese diálogo se produzca de modo veraz y sin temores. Los niños tienen derecho a que les hablemos de lo que significa la vida, puesto que se la hemos dado por decisión nuestra. Sin embargo, tanto en la familia como en la escuela o en los espacios sociales esos diálogos están llenos de simplicidades, cuando no de estereotipos o tabúes. Generalmente hablamos con ellos con afán de instruirlos, regañarles, adoctrinarlos o prevenirles, pero los niños merecen algo más. Hay muchas otras posibilidades de diálogo que debemos explorar. Es preciso por tanto crear oportunidades y espacios en los que niños y adultos puedan conversar libre y sinceramente, algo que sería bueno fomentar igualmente entre adultos. 

¿Cuál es la relevancia de la conversación?

La conversación es el fundamento de la comprensión y el entendimiento. Somos seres sociales y nuestros conocimientos y experiencias se crean y se transfieren a través del lenguaje y la conversación. Lamentablemente, el hecho de intercambiar palabras para entender qué hacemos en este mundo y cómo debemos estar en él es algo que habitualmente se queda en el mundo de los adultos, donde la infancia parece no estar presente. La ética y la conversación también deberían ser un patrimonio de la infancia. Los niños necesitan hablar con los mayores de un modo serio y profundo y no desde el temor a que les digamos qué han hecho mal o la forma en que deberían actuar o comprender las cosas, que es la manera habitual de relacionamos con ellos. Los niños necesitan preguntar mucho, hablar mucho, es cosa de mirar la atención con que nos escuchan cuando los adultos les hablamos seriamente.

Según su experiencia, ¿de qué temas les interesa hablar a los niños?

A los niños les importa hablar del mundo en el que viven, de los comportamientos que observan, de las cosas que descubren o no entienden todavía. Por encima de todo, quieren saber en qué consiste eso de vivir y el porqué de los actos de los seres humanos. Esto les importa mucho porque les afecta directamente, y por eso preguntan tanto. Para mí, la educación y la conversación son términos sinónimos. La transferencia de nomenclaturas o fechas o datos es secundaria, lo esencial es que podamos transmitir a través del habla la experiencia de la vida. Tradicionalmente, los cuentos han sido una de las maneras en que los adultos han transmitido la experiencia de vivir a otras generaciones. A través de los cuentos hemos tenido la posibilidad de transferir los conocimientos prácticos, pero también morales, a los recién llegados al mundo.

¿La literatura puede entonces cumplir el rol de ser un medio para conversar con los niños?

Claro que sí, no concibo mejor instrumento para eso que la literatura. Según mi experiencia en distintos espacios sociales, como escuelas, bibliotecas, hospitales o refugios, la literatura nos permite hablar y hacerlo de un modo que no siempre se da en otros ámbitos. Recuerdo, por ejemplo, experiencias de lectura compartida en un centro hospitalario con chicas adolescentes que sufrían trastornos de la conducta alimentaria. En esos espacios ellas hablaban de un modo más profundo, con más confianza e intensidad, sobre lo que experimentaban que cuando lo hacían con sus doctores o psicólogos. Y esto sucedía porque no percibían la literatura como un instrumento deliberadamente terapéutico, sino simplemente como una manera de expresar sus mundos íntimos. No nos acercábamos a ellas como psicoterapeutas o doctores, sino como lectores que compartían reflexiones en torno a una obra literaria. Hablando de los libros hablaban sutilmente de ellas. En realidad, no hablábamos de libros, sino a partir de los libros. Y no eran libros que hablaran directamente de la anorexia o la bulimia, sino libros que por las características de sus palabras, imágenes y metáforas (estimulantes, creadoras, evocadoras) permitían abrir una rendija en su complejo, y a veces quebrado, mundo interior. Los buenos libros, aquellos que tienen fuerza estética, lingüística e imaginativa, invitan (o más bien incitan) a hablar y permiten que se exprese lo inefable, lo difícil de decir o nunca dicho. 

Es habitual escuchar que los libros transmiten valores, ¿cuestiona usted esta afirmación?

Decir que los libros transmiten valores es una manera muy simple de abordar algo muy complejo. Los libros no pueden transmitir valores como se transmite un sonido o un olor. El mundo moral no funciona así. Es imposible. Si sucediera así, bastaría con leer una historia que hablara de la paz, la igualdad o el feminismo para que nos convirtiéramos de inmediato en personas pacíficas, justas y feministas. Más bien deberíamos decir que los valores se construyen, con palabras y con acciones y también con ejemplos. La literatura puede contribuir a esa construcción si nos estimula a hablar, a conversar y escuchar a los otros. Las historias que contamos o leemos pueden cumplir un rol extraordinario en ese sentido, porque pueden entrar de una manera emocionante en la conciencia de niños, adolescentes y adultos y ayudarles a entender el mundo y, si es posible, a entenderse con los demás de manera afectuosa. Leer en compañía y crear un espacio de conversación tras la lectura nos permite hablar sobre la vida que vivimos o desearíamos vivir. Y eso hace que los valores que, por ejemplo, ayudan a cuidar la vida y a los seres humanos se manifiesten y se asuman. La literatura abre todas las posibilidades de pensar, sentir e imaginar y por eso digo que los adultos debemos estar preparados para usarla como medio para conversar seriamente con los niños.

 

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