María Soledad Lavandero, participante del Club de Lectura 4Gatos: “Cuando alguien te lee en voz alta, te regala un momento amoroso”

27 septiembre, 2024

 

 

María Soledad Lavandero Salvatierra ha encontrado en Valparaíso un hogar para desarrollar su pasión por la cultura y la conexión con la comunidad. Nacida en Santiago y residente en Cerro Alegre hace más de 30 años, su vida ha transitado entre la orfebrería, el grabado, la encuadernación y un compromiso con iniciativas comunitarias como Gerópolis, Centro Interdisciplinario para el Adulto Mayor de la U. de Valparaíso, a cuyas actividades asiste frecuentemente.

Fue gracias a una invitación de Gerópolis que se incorporó al Club de Lectura 4 Gatos y conoció el trabajo de ONG Libroalegre, descubriendo en estas sesiones un espacio único de reflexión y aprendizaje colectivo. Su entusiasmo por estos encuentros la llevó, junto a otras compañeras, a organizar de manera independiente sesiones de lectura semanales en la biblioteca, consolidando así una comunidad activa y creativa en torno a los libros como “una gran excusa”, según nos comenta.

 

 

 

Tú primer acercamiento con Libroalegre fue participando en el Club de Lectura 4 Gatos.

Así es, nos convocó Gerópolis a este encuentro que tenía un título muy extraño: Cuatro Gatos. Me llamó la atención el nombre y que las actividades fueran en una biblioteca infantil, así que de curiosa que soy dije: “veamos”. Mi hijo menor tiene 26 años, por lo que yo estaba lejos de los libros infantiles hacía bastante tiempo. Y cuando llegué, me encontré con todos estos libros, con una manera muy particular de abordar los temas, porque no hay moraleja, sino que se fomenta el pensamiento crítico. Quedé fascinada.

A la primera sesión del club de lectura, llegamos cerca de 15 adultos mayores, entre los cuales había sólo dos hombres. A la sesión dos, llegó sólo un hombre y, a la tercera, ninguno. Así, se generó una energía y dinámica muy especial entre las mujeres que participamos. En cada sesión, había dos monitoras que nos leían un libro, y luego había que opinar, y así lo hicimos. Se generó una cosa amable, cariñosa, protegida, muy rica.

Luego de esa experiencia, se animaron a organizar su propio club de lectura…

Sí, es que quedamos con gusto a poco. Entonces lo propusimos y comenzamos a juntarnos todos los jueves aquí en la biblioteca a las 10 y media de la mañana. A partir de la segunda sesión, cada vez que nos juntábamos terminábamos en algún café por aquí cerca. Finalmente, la literatura comenzó a ser una excusa, una muy buena excusa y pretexto para juntarse.

Se armó un grupo muy colaborativo, entre los que compartimos experiencias de vida, y eso nos dio más confianza al momento de compartir nuestras vivencias y puntos de vista después de cada lectura. De hecho, tenemos un grupo Whatsapp que se llama “Gatas lectoras”; de vez en cuando nos preguntamos “cómo estás”, “¿te lloviste?” y cosas así.  El punto es darse, saberse, contenerse.

¿El hecho de leer en voz alta, de manera compartida, propicia ese acercamiento?

Claro. Eso fue muy importante y marcador, diría yo. Era distinto cuando las mediadoras nos leían y cuando comenzamos a leernos entre nosotras mismas, sin tener experiencia o las herramientas para hacerlo. A veces, cuando nosotras mismas nos leíamos en voz alta, nos emocionábamos, nos quebrábamos y se nos caían algunas lágrimas, y no había problema en tener que parar. Se trata de eso, porque cuando alguien te lee en voz alta te regala un momento amoroso.

¿Recuerdas algún de los libros leídos en el club que te haya llamado especialmente la atención?

Sí, Buenita de Gro Dahle y Svein Nyhus. Recuerdo que cuando lo leímos faltó alguien y en la siguiente sesión lo leímos de nuevo para que nadie se lo perdiera. Ese libro se me quedó grabado. Se trata de una niña que hacía todo lo posible por caer bien y ser bonita, hipotecando con ello sus ideas, creencias y hasta su propia vida.

Tengo que ser honesta. Creo que la infancia de mis hijos sólo tuvo una pincelada del mundo de la literatura, ya que no leíamos muchos libros, a pesar de que yo siempre les inventaba y contaba historias. Cuando llegué a Libroalegre me encontré con todos esos libros que no juzgaban, que no dejaban moralejas ni decían “esto es bueno y esto es malo”, y eso me llamó profundamente la atención.

En una de las sesiones me regalaron el boletín “La pieza secreta” y me encontré con reseñas de libros increíbles. Luego de eso, comencé a buscar autores, a leer sus biografías, a entender el trabajo de los ilustradores.

¿Qué debe tener un buen libro para ti?

Cualquiera que, a fin de cuentas, te permita pensar. Siempre digo que me gustan los libros con finales abiertos. Hay gente que dice, “¿pero cómo? ¿Cuál es el final?”. Yo creo que tener libertad de pensamiento es uno de los principales derechos que tenemos como humanos. Sabemos que en la sociedad donde vivimos, es muy difícil no mirar las cosas con juicios de valor, porque siempre estamos juzgando. Por eso creo que están importante que existan libros que fomenten el pensamiento crítico y te sacudan de todos esos juicios.

¿Qué opinas del trabajo que realiza Libroalegre en materia de difusión y mediación lectora?

Cuando entré a la biblioteca, y cada vez que sigo entrando, siento que Libroalegre es, ante todo, un espacio amoroso y libre. El trabajo que hacen las voluntarias y todo el equipo es impecable, todo funciona como relojito, se nota que se trata de una organización seria y rigurosa.

En una sociedad precaria como la nuestra, me da miedo que espacios como estos desaparezcan. Me da miedo esa fragilidad y espero que sigan teniendo recursos porque un espacio así merece seguir funcionando. Uno espera que estos proyectos, que son buenos y que sirven tanto, tengan una continuidad.

 

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