¿Has oído hablar de María de la Luz Uribe? Si no te suena su nombre, a lo mejor has visto y oído las canciones de Tikitiklip que están hechas a partir de varios de sus relatos y poemas.
Era una escritora chilena a la que le gustaban el juego y la poesía. Inventó muchos cuentos y versos absurdos y entrañables, como Doña Piñones, La historia del uno, Érase que se era o Cuenta que te cuento.
“La rima me sale. A mí me recitaban de chica y me aprendía los versos”. Así explicaba María de la Luz Uribe a la prensa chilena, en 1990, la característica musicalidad de su escritura, con la que creó tantas historias divertidas, profundas y conmovedoras. Su obra se compone de más de treinta libros para niños y niñas publicados en distintos países y con algunos de los cuales también se han hecho obras para teatro y televisión. Su trabajo también incluyó ensayos para adultos, traducciones, obras de teatro y canciones. María de la Luz era una autora curiosa y reflexiva cuyo destacado lugar en la literatura chilena sigue sin ser reconocido.
La autora nació en 1936 en Santiago, estudió pedagogía parvularia en la Universidad de Chile y profundizó sus estudios del método Montessori en Italia, también trabajó en dirección e investigación teatral. Deslumbrada por la cultura italiana, a su regreso a Chile se dedicó a la investigación y realizó trabajos como La comedia del arte (1961) y el ensayo Cesare Pavese (1966), publicados por Editorial Universitaria. También colaboró con Pablo Neruda en la traducción de Romeo y Julieta. Su inicio en el mundo de la literatura infantil comenzó años después, tras su encuentro con el famoso dibujante e ilustrador Fernando Krahn, con quien se casó, tuvo tres hijos y formó una creativa dupla que perduró hasta su muerte.
María de la Luz trabajaba casi siempre con Fernando, ella escribía y él dibujaba. Juntos crearon más de 30 libros fantasiosos y absurdos que hacen reír y, a la vez, pensar. “En la rima para niños es ágil e ingeniosa, sin descuidar nunca una idea de fondo reflexiva e irónica. Aquí estuvo la clave de nuestra felicidad creativa”, expresó Krahn sobre el trabajo de María de la Luz. Los dos tenían el mismo tipo de humor y se complementaron muy bien en sus creaciones. Para María de la Luz Uribe los niños eran más inteligentes que los adultos, un hecho reflejado en su libro Doña Piñones, publicado originalmente en 1973 por Quimantú, y posteriormente por Ekaré en 1981. En el cuento, una mujer vieja y muy temerosa solamente logra superar sus miedos con ayuda de un niño y su ingenuidad.
En los años 60 María de la Luz Uribe y Fernando Krahn vivieron en Nueva York, y tras una breve vuelta a Chile, abandonaron el país días antes del golpe de estado en 1973 y se instalaron en Sitges, una localidad de la costa catalana en España. En años posteriores, María de la Luz viviría con un sentimiento de añoranza por su exilio. Después de su muerte en 1994, sus cenizas fueron devueltas para descansar en Chile, país en el cual muchos niños crecieron y todavía crecen con sus rimas.
Años después sus hijos descubrieron fragmentos de su obra poética que la autora había mantenido en secreto y que reveló parte de su vida interior. “Lo que más me asusta no es la muerte, sino lo insignificante que puede ser mi muerte, una larga y lenta enfermedad que todos olviden pronto con alivio”. María de la Luz murió de cáncer, después de 9 años de enfermedad, y en 2011 se realizó en España el documental “Aunque no sea cierto”, de Tate Arnau y Sebastian Lazo. Fernanda Krahn, una de sus hijas, contó que con este documental se revelan los claroscuros de su madre, que tenía momentos de introspección y melancolía y estaba atada a los recuerdos de Chile, pero siempre los mantuvo en reserva.
María de la Luz decía que nadie se preocupaba de llenar la gran inmensidad de la imaginación infantil, que los niños y las niñas necesitan recibir muchas buenas historias con seres buenos y amables, y también con seres malos y mal intencionados, así los buenos podrían pelear con los malos y ganarles.
Algunos piensan que escribir para niños es algo fácil que cualquiera puede hacer, pero María de la Luz no pensaba eso para nada. Ella decía que escribir para niños es más difícil, o al menos distinto, que escribir para grandes, hay que buscar y saber mucho de literatura. También opinaba que la literatura para los niños puede ser muy valiosa si está bien hecha: “El niño es mucho más inteligente que el adulto, pero la educación lo va limitando y enmarcando”.
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