Joven privado de libertad en cárcel de Limache: «Yo Valgo»

18 diciembre, 2018

Entro en el nuevo sector de la cárcel de menores en Limache. Aquí están los más jóvenes, los recién llegados al mundo del delito. Veinte niños de 14 a 16 años están almorzando en una mesa larga y angosta, entre ellos descubro a B. La última vez que lo vi fue en un taller de escritura en un quinto básico, escribió unos poemas preciosos. Era un niño que no se quedaba quieto, solía pasar la mitad del tiempo fuera de la sala porque adentro molestaba. Le costaba leer, pero cuando tuvo la oportunidad de escribir libremente, las palabras le brotaron como lágrimas melancólicas. Después el colegio lo echó. Supe que entró a otro colegio, pero no duró mucho parece. Y ahora lo veo aquí adentro, encerrado, con su adolescencia a flor de piel. Todos los presos quieren la revista, Calcetín con papa especial entre rejas, y la leen con tanto entusiasmo que se les enfría la comida. B. la mira también, la toma entre sus manos con cuidado, como un objeto de valor. Y me dice: “Yo escribí en esta revista. ¡Tía, yo escribí un poema aquí!”

Esa frase, esas palabras de orgullo pronunciadas dentro de un recinto en el que abunda la baja autoestima, me pusieron la piel de gallina. Y cuando recuerdo la escena, vuelvo a tener la misma sensación porque lo que pasó allí fue que, por un breve instante, B. y yo nos encontramos como iguales,y sus compañeros lo vivenciaron. B. tuvo algo que decir, algo que contar más allá de su conducta condenada, y yo tuve algo que decir fuera de lo que se esperaba de mí como educadora. Él no dijo: “Tía, me porté mal”. Y yo no dije: “Pucha B,¿cómo llegaste aquí?”

En lugar de eso hablamos de unos poemas que él había escrito y de los cuales varios se habían publicado. No en la edición que tenía en sus manos en ese momento, había sido años antes, en otro número, pero eso no importaba. Lo que importaba era que B. había tenido una experiencia cultural en la que su origen social no había sido un lastre. Y esa experiencia le permitía ahora conversar conmigo, horizontalmente, por un instante.  Miramos a sus compañeros mientras leían la revista, sin duda se veían reflejados en los textos. Como otros niños antes se habían reflejado en los poemas de B. Sus palabras plasmadas para siempre, latiendo para otros inquietos como él.

A lo largo de los años, ONG Libroalegre ha publicado numerosos y diversos textos escritos por niños y jóvenes. Desde que nació la revista Calcetín con papa en 2006, visibilizar al niño chileno de hoy, y hacer que se escuche su voz en una variedad de escuelas, liceos y centros ha llegado a ser uno de los objetivos principales de la Organización. Con la publicación de relatos propuestos por niños, escritos por niños y finalmente leídos por otros niños, Libroalegre no solo ofrece cultura para niños, si no que hace cultura con niños.

Con esto no quiero decir que la cultura para niños no sea valiosa, al contrario, es fundamental para despertarles el interés por expresiones artísticas. Nuestra propia colección de libros de las Bibliotecas Libroalegre es un conjunto de voces adultas que hablan al niño con mucho respeto, permiten que los lectores se reconozcan en personajes, abren ventanas, apoyan en el complejo proceso de crecer e inspiran

Pero la posibilidad de escribir ellos mismos, y no solo leer lo que escribieron los adultos, los lleva a otro lugar, los lleva a la participación. El estímulo de textos como los de la revista Calcetín con papa es inmediato. Los estudiantes leen historias sobre mascotas maltratadas, tíos drogadictos, profesores pesados o confesiones de amor y también quieren contar las suyas. Por el tipo de texto que es, y por el tipo de autor que es – un niño como ellos-, los lectores se sienten legitimados para participar en el mundo de la cultura, y escriben.

Eso es muy importante si eres niño, y sobre todo de una clase social baja, como lo es B. Es posible que tus padres no hayan podido priorizar experiencias culturales y por lo mismo la motivación a leer o escribir haya sido casi inexistente.Por eso publicaciones como la revista Calcetín con papa abren una ventana a los más invisibles y marginados a expresarse y de esa forma generan, a largo plazo, una experiencia cultural positiva y participativa.

A mi parecer, y por eso tengo grabada la escena del almuerzo interrumpido por lectura en la cárcel de menores, B., entre líneas, dijo otra cosa cuando exclamó que había escrito un poema. Nos dijo: “Yo conté algo de mi vida aquí, otros lo leyeron. ¡Yo valgo!”

Charlotta Copcutt, miembro del Directorio del Centro Chileno Nórdico de Literatura Infantil

Catálogo 2019

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