Juan Hernaz (Gijón, España) es ilustrador y docente especializado en álbum ilustrado. Como ilustrador, se desempeña en áreas tan diversas como la botánica, la publicidad, las memorias corporativas, las escenografías teatrales y, muy especialmente, el campo de la literatura infantil y juvenil.Su trabajo, fruto de un análisis profundo y reflexivo, ha sido reconocido con diversos premios nacionales e internacionales.
Fiel a su naturaleza inquieta, Juan ha colaborado con Libroalegre de múltiples maneras: Ha escrito para el boletín “La Pieza Secreta” y, en diciembre del año pasado, fue invitado al lanzamiento online de la edición nº 6 (dedicada al tema de la guerra), donde analizó el libro-álbum El enemigo de Bloch y Cali. Anteriormente, participó en el ciclo “Casas lectoras” impartiendo un taller sobre el poder literario de la ilustración.
¿Recuerdas algún libro que te haya marcado en tu infancia?
Quizá sea un lector atípico. De niño no fui un lector voraz, si bien, en mi adolescencia desarrollé un amor incondicional por los libros. De muy pequeño, recuerdo haber leído una antigua colección de cuentos de hadas, editada en los años 50 del siglo pasado, propiedad de mi madre, ricamente ilustrados con imágenes en bitono, y poco después, grandes clásicos como La Isla del Tesoro o Robinson Crusoe, al tiempo que leía En busca del Unicornio de Juan Eslava Galán, Los pilares de la Tierra o El señor de los anillos (trilogía que devoré en poco menos de un mes). Curiosamente, en aquellos años infantiles leí también El principito, un libro que, en su momento, no entendí hasta el punto de aparcarlo durante muchos años. Sin embargo, a medida que fue pasando el tiempo, he redescubierto toda su belleza y hondura y, al día de hoy, lo considero uno de los más elevados textos sobre la condición humana jamás escritos, y se ha convertido en uno de mis libros de cabecera.
No obstante, no creo que haya un libro que marcara mi infancia. Y esto, lejos de verlo como una carencia, lo considero una virtud: esa falta de ligazón con un texto o un estilo literario en concreto creo que me ha permitido ser más permeable a toda literatura que ha ido cayendo en mis manos.
¿Cómo pasaste de ser un joven lector a un ilustrador profesional?
Lo cierto es que mi inicio como ilustrador fue la unión natural entre mis pasiones de infancia y juventud: el dibujo, la pintura, y los libros. Tras haber pasado años de formación en diversos talleres de pintura y, más tarde, en la Facultad de Bellas Artes de Salamanca, donde me especialicé en Diseño Gráfico y adquirí los rudimentos de la comunicación visual, unir ambos caminos fue para mí un proceso natural.
Al día de hoy, este camino tan enriquecedor sigue alimentando proyectos muy diversos que me han llevado a una convicción que es una máxima en mi trabajo: todo proyecto es un catalizador del aprendizaje. Cuantas más fuentes se manejen, tanto más ricos serán los resultados. Probablemente, mi visión de lo que supone la ilustración de un libro sería mucho menos amplia si no fuera capaz de manejar con fluidez proyectos de ilustración corporativa, botánica o publicitaria, por ejemplo.
Considerando la amplia variedad de campos creativos en los que te desempeñas, ¿cuál es para ti la principal particularidad de la ilustración literaria?
Cuando hablamos de ilustración literaria, nos movemos en un terreno mucho más rico, un universo amplio y complejo. Es un ejercicio en el que, en mi opinión, se trata de crear un espacio para el lector, construido mediante la comunión entre palabra (explícita o implícita) e imagen. Un lenguaje articulado a partir de la interacción de dos lenguajes que, cada uno con sus códigos, sean capaces de interactuar y complementarse, ofreciendo una o múltiples lecturas y, de ese nuevo medio comunicativo, surja en el lector un espacio para la reflexión, el análisis, el divertimento, la negación, la aceptación, la recreación intelectual o, por qué no, la apatía. La ilustración literaria, con sus propios códigos, tiene además la peculiaridad de ser capaz de crear un discurso propio, con códigos propios que pueden evolucionar a través de diversas páginas, manejando recursos de largo recorrido: el ritmo y la cadencia, la composición, la transición de color, de formas…
¿Qué tendencias actuales de ilustración literaria te parecen más interesantes?
Aunque soy receptivo a las últimas novedades que se publican, no he sido nunca muy partidario de prestar demasiada atención a las tendencias. Considero que, como en todos los sectores vinculados con la comunicación, y en especial con la comunicación visual, se tienden a seguir modas que no aportan mucho más que lo efímero del rendimiento inmediato. Y aunque es muy lícito, creo que un libro ilustrado es, y debe ser, mucho más que un “libro bonito”.
Hoy en día conviven en el mercado álbumes donde la ilustración sólo tiene un peso decorativo, otros donde es más conceptual, y, entre ambas líneas de trabajo, miles de formas intermedias de comprender la ilustración. Y todas ellas pueden ser perfectamente válidas si logran conectar con mi sensibilidad en ese preciso momento. Pero, más allá de esto, destaco las que son capaces de dejar una huella o invitarme a releerlo sin perder frescura y aportando nuevos elementos que exciten mi sensibilidad o mi intelecto.
Recientemente escribiste sobre Rosa Blanca, el premiado libro de Innocenti sobre los estragos del nazismo y la guerra, para el boletín “La Pieza Secreta” de Libroalegre. ¿Cuál te parece que es el potencial de la ilustración para hablar sobre temas difíciles con niñas y niños?
¡Potencial absoluto! En la literatura infantil, al igual que en cualquier expresión cultural o artística, no deben existir temas a evitar. Toda experiencia humana es susceptible de ser tratada y comunicada. Y yendo un poco más allá, es necesario que así sea. Sin embargo, hemos de ser capaces de amoldar mensaje y medio de forma que sea accesible y entendible por parte del lector, sea cual sea su edad. Lógicamente, como profesionales hemos de poder generar un discurso visual que facilite la comprensión del mensaje dentro de los códigos que maneja un lector infantil o juvenil y que al mismo tiempo habilite el acceso a nuevas vías de exploración. Y hemos de comprender también que la literatura infantil cumple una función adicional, que es la lúdica. La literatura infantil no tiene por qué adoctrinar ni necesariamente ser concebida como un canal de formación o de valores a transmitir. De hecho, personalmente me parece muy poco inteligente concebir la literatura infantil como un ejercicio de adoctrinamiento, algo que no es infrecuente en muchas líneas editoriales y publicaciones que podemos encontrar fácilmente. Además de esto, o en lugar de esto, debe ser una experiencia intelectual, que fomente el espacio del lector, la zona lúdica que facilite el acceso a la creatividad y al ejercicio de la inteligencia, de la reflexión personal, del juicio crítico sobre las cosas y sobre uno mismo, y de la comprensión. Desde esta óptica, no hay ningún tema que no pueda ser tratado si se hace adecuadamente.
¿Crees que los niños leen las imágenes de manera distinta a los adultos?
El lector infantil es permeable a todo conocimiento precisamente porque aún carece de los prejuicios impuestos por la sociedad o su entorno y que el devenir de los años se encargará de modelar. Es el lector ideal frente al que, por su carencia de prejuicios, se hace necesario un ejercicio de responsabilidad por parte de quienes formamos parte profesional de este mundo.
En diversas charlas y talleres en los que he tenido ocasión de compartir con niños y niñas de entre 4 y 12 años, he constatado cómo los detalles y matices más sutiles captan perfectamente su atención y excitan su curiosidad. Es su capacidad innata de no dar nada por hecho, de concebir con naturalidad la coexistencia de la magia y el mundo real. Y esto es algo absolutamente maravilloso para cualquier ilustrador: saber que tus imágenes son vehículos tan poderosos que serán capaces de llegar a transmitir lo que quieras transmitir y a quien quieras transmitirlo.
¿Cómo ha sido tu vínculo con Libroalegre y qué opinas del trabajo que la ONG está desarrollando para promover la lectura placentera en Chile?
He tenido la oportunidad de colaborar en diversas ocasiones con Libroalegre, a través de diversas charlas y artículos. Como ilustrador, y también porque disfruto de la reflexión como parte necesaria de mi trabajo, la oportunidad brindada de compartir ese conocimiento es siempre un hecho enriquecedor: verbalizar ideas y pensamientos es una forma de asentar y ampliar conocimiento, algo que agradezco profundamente. Pero, más allá de esto, pienso que esa comunicación suscita interés y aporta una mirada más sobre la literatura ilustrada. Quiero pensar que contribuye al enriquecimiento intelectual del lector.
Pienso que la ONG Libroalegre, con sus múltiples líneas de trabajo, programas y redes profesionales, publicaciones y bibliotecas, contribuye de manera invaluable a ampliar el panorama, a fomentar la reflexión y el conocimiento, y a acercar al lector a nuevas miradas que, a su vez, potencien su interés e inciten a la exploración de nuevos caminos. Y creo que ese es, en definitiva, el camino de la cultura”.
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