John Burningham, el poeta de la imagen

4 agosto, 2019

La evolución del arte del libro ilustrado, de crear una historia armonizando imágenes y palabras,  le debe  mucho al gran John Burningham, “Brum”, como le decían sus amigos. Nació en Inglaterra en 1936 y pasó gran parte de su infancia viajando con su familia en una caravana por rincones de todo el país. De esos años son sus recuerdos de una libertad idílica que transcurrió principalmente en los árboles. Asistió a varias escuelas progresistas y terminó su educación en Summerhill, el internado inglés alternativo que supuso una revolución en la educación infantil de la primera mitad del siglo XX, y cuyo influjo perdura hasta nuestros días.

Cuando tenía 18 años, se fue a viajar por el mundo y trabajó en muy diferentes cosas hasta que volvió a Inglaterra para estudiar ilustración y diseño en la Escuela Central de Arte de Londres, donde se graduó con distinción en 1959.

En 1963 publicó Borka: Las aventuras de un ganso sin plumas, su primer libro y con el que ganó la medalla Kate Greenaway. Este fue el inicio de una exitosa carrera en la que publicó más de 60 libros, varios de los cuales han sido premiados, traducidos a varios idiomas y son referentes ineludibles de la literatura infantil contemporánea.

Sin sermones ni enseñanzas

Cuando empezó a dibujar y escribir libros “infantiles” se encontró con un editor innovador y un momento cultural en el que se estaba dejando atrás el concepto de literatura infantil didáctica y “sermoneadora” en pos de una mayor libertad creativa y respeto al niño. Este contexto, unido al gran avance en la tecnología de reproducción de imágenes, permitió a Burningham desarrollar su estilo libremente, sin los dictados del mercado, y convertirse en un artista excepcional e innovador en el mundo de la literatura infantil.

Sendak dijo que Burningham había  creado lo que podía llamarse “poesía visual”, al dejar en sus libros un gran espacio entre la información pictórica y la verbal e invitando al lector a llenar esos vacíos. Su genio radicaba en la capacidad de comunicarse en un lenguaje visual infantil, aunque nunca “infantilizado”, y en su comprensión de los mundos mutuamente excluyentes de la infancia y la edad adulta.

El trabajo de Burningham apela por igual a niños y adultos. El autor dijo en más de una ocasión que “cuando trabajo no estoy pensando en los niños, nunca hago algo diferente porque sea para niños. No trato de hacer un paisaje para que los niños lo puedan entender, simplemente hago un paisaje”.

Se podría decir que Jonh Burningham no era, a diferencia de varios de sus contemporáneos, un gran dibujante, y es quizás esta “falta” de destreza en su dibujo la que originó su estilo tan atractivo y apreciado, una voz pura que conecta con una gran variedad de lectores en todo el mundo. Murió en enero de 2019, dejando un gran vacío en el mundo de la literatura para niños, y para adultos.

 

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