Reseña de Anne Hansen D., profesora danesa y fundadora de ONG Libroalegre: El Soldadito Firme, entre la norma y el sentimiento

18 abril, 2017

En este cuento de Andersen, un niño recibe una caja de soldaditos de plomo el día de su cumpleaños. Uno de ellos sólo tiene una pierna, pues no había suficiente plomo para hacerle las dos. Cerca de donde está posado, hay una hermosa bailarina de papel; también está de pie sobre una pierna, la otra la tiene muy levantada en el aire y el soldadito cree que ella tiene una sola pierna también, y se enamora de ella. Pero por la noche, un duende negro, salido de una caja de sorpresas, le prohíbe que la mire. El soldado le ignora y el duende le amenaza con vengarse, lo que hace cuando, al día siguiente, el soldado sale volando de una ventana y aterriza en la calle, cabeza abajo y con la bayoneta clavada entre dos adoquines.

Y así empieza una serie de calamidades: El niño baja a buscarlo, pero no lo ve y el soldadito no grita “aquí estoy”. El soldadito piensa que no estaría bien dar gritos yendo de uniforme.

Dos niños lo encuentran y lo meten en un barco de papel que es tragado por la alcantarilla, una rata voraz lo persigue, el barco se deshace, el soldado se hunde, es tragado por un pez. El pez es capturado y puesto en la mesa, asombrosamente, en la misma casa de la que había salido.

En todo el viaje el soldado se ha mantenido firme, pues por estar de uniforme no puede mostrar emociones. Pero siempre ha pensado en la preciosa bailarina. Eso le ha dado fuerza interior.

El soldado está alegre por volver a ver a la bailarina, pero inexplicablemente, el niño lo arroja de repente al fuego de la chimenea. Al mismo tiempo, una ráfaga de viento lanza también a la bailarina a las llamas y ambos se consumen en ellas a la vez. Cuando al día siguiente la empleada saca las cenizas de la chimenea, encuentra al soldadito en forma de un pequeño corazón de plomo. De la bailarina solo queda una lentejuela, ahora negra como el carbón.

Este cuento se llama en danés El Soldadito de Plomo Firme, Perseverante. Podríamos decir que es fiel a su profesión. Además es un soldado mutilado, pero el reglamento del ejército le dirige su comportamiento, lo controla. Si gritara: “Ayúdame, aquí estoy”, perdería su dignidad, y sus pares lo mirarían en menos. En la jerarquía militar eso puede significar exclusión o muerte.

El conflicto entre seguir los sentimientos o conformarse con las reglas del sistema lo hemos vivido todos. Cuando la rutina nos colma, nos vamos de vacaciones, nos emborrachamos con la telenovela y el trago.

Muchas veces al ver niños y adultos de uniforme me pregunto: ¿Quién manda aquí? ¿Qué libertades y poderes se apoderan del ser al ponerse el uniforme? La respuesta no la tengo.

Este cuento me toca cada vez que lo leo, y cada vez descubro nuevos matices.

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