Este cuento de H. C. Andersen trata de un príncipe que estaba decidido a conquistar y someter a todos los países y “hacer que su nombre inspirarse terror”. Pese a que ya había mandado su ejército a todos los rincones del mundo, aún sentía como que le faltaba algo. ¡Quería más!
Nada y nadie podían ser su iguales, entonces erigió estatuas de él mismo en calles y callejones, y mandó levantar una también delante del altar de la iglesia. Pero los curas le dijeron que no: “Tu eres grande, pero Dios es más grande”. Entonces pensó que debería vencer a Dios también y construyó un barco lleno de cañones que pudiera navegar por el aire para vencer al cielo
Cuando subía al cielo, una nube de mosquitos apareció y lo único que pudo hacer contra ellos fue intentar abanicarlos. Mandó a sus criados a que le cubrieran para que los mosquitos no pudieran alcanzarlo, pero un mosquito se arrastró por la oreja del príncipe y le picó. El veneno subió a su cerebro y se volvió loco, se arrancó la ropa y comenzó a bailar desnudo frente a sus soldados. Y así fue que “aquel insensato que había pretendido vencer a Dios fue vencido por un ínfimo mosquito”
Este hermoso cuento es, lamentablemente, uno de los menos conocidos de H. C. Andersen. Una de sus mejores cualidades es, probablemente, el estilo en el que está escrito, en un lenguaje muy vívido y descriptivo, pero sin perder su naturaleza de cuento de hadas.
El tema central es, por supuesto, una las principales características del ser humano: que nunca estamos satisfechos con nada. El ser humano siempre quiere más y volverse mejor, lo que es tanto una bendición como una maldición. Nuestra insatisfacción provoca que inventemos cosas nuevas, que las mejoremos. Nada de nuestra tecnología moderna existiría -ni el computador en el que estás leyendo esto-, si no fuera por nuestra insatisfacción. Por otro lado, la insatisfacción es una de nuestras peores maldiciones, algo que causa mucho estrés, uno de los problemas más grandes de nuestro estilo de vida moderna, y que ocasiona largas licencias por enfermedad. Pero al fin tendríamos que recordar que no somos nada más que humanos.
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